Llegas a mi tiempo, fuera de espacio y fuera de lugar. En un momento en el cual las mentiras que digo valen mucho la pena. Ya ni los curas ni los consejeros pueden conmigo, solo el morbo y el vivir el simple instante que me regala esta vida injusta que prometo penar.
Más de mil adjetivos y mil nombres he escrito los últimos años y todo escondido en el mar de mi melancolía. Ya no hay milagro en mi espacio, ni biblias, ni coranes. Solo queda un último aliento de esperanza vaga de ser feliz.
Ya no hay caprichos, ni un sentido fuerte por el cual moverse, ni crímenes, ni fotos, ni alma para cuidar, sino venderla al primer postor y descansar en paz.
Puede que escriba tu piel en uno de mis papeles y no lo descarte nunca para no perderla. Puede que impregne tu aroma en mi rostro para no dejar de sentirla. Puede que alguna vez escuche tus pasos a lo lejos en mi escalera, puede que pasen tantas cosas, puede que no.
Si me despierto de seguro me olvido, de mí, de ti y de nuestro reflejo en el agua. Aunque no pides nada, tu petición es valorada, solo quizás quieres que logre la perfección que tú has alcanzado. Ni la cerveza, ni el cigarrillo, ni el vino, ni la soledad, ni la brisa, ni mi balcón están fijos. Solo el atardecer cuando se refleja en tus ojos negros y tu mirada potente.
Mientras en la noche y en el día siempre te pienso, y cuando llueve ni te digo! El único efecto del café es despertar un poco el sabor de lo que puede ser un beso tuyo de arrebato y despecho.
Quédate un rato en lo que nos conocemos, no tengas prisa, yo no la tengo. La única desesperación que tengo es volverte a ver y poder vengar las ganas que tengo de besarte los pies.
Soque.
Escrito martes, 09 de agosto de 2011
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